A VECES el
cuerpo decide que te tienes que parar. Hacerlo ya no depende de la voluntad, es
un imperativo categórico. Entonces vas y te estampas por una escalera, te
tropiezas con la misma “puta” caja que todos los días retiras del paso franco
de una puerta –dicho sea de paso, hecha
con mala leche-. El Inconsciente es así, admite ingentes cantidades de
información emocional, pero cuando determina una prioridad vital no repara en
gastos.
Gracias a que
este pie malherido que me ha obligado a sentarme en un sillón durante, por lo
menos, seis semanas, he podido desconectar del terrorismo diario que es el
desmantelamiento del hospital donde trabajo, y las formas miserables de
prescindir de los profesionales que llevan años trabajando y dejándose la piel
por los pasillos, en las consultas y hasta en los sueños. El pasado lunes una
internista volvía de vacaciones –primeros quince días- y cuando llegó se encontró con el “cese” de
su interinidad por amortización de la plaza. Pero como no había suficiente
personal para atender a los cien pacientes de esa especialidad ingresados en
ese momento, precisamente por todos los contratos rescindidos, le hicieron un
contrato para el mes de agosto, y de paso, se ahorran unos eurillos en los
quince días de vacaciones que le faltan por disfrutar. No se puede hacer
ninguna lectura que no sea la literal: Ser ruin es un estado del alma. Hay que
valer para ejercer la mendacidad, el desprecio, el ninguneo y ese vampirismo
que se disfraza de avaricia pero que en
realidad se nutre de energía vital y de vagos triunfos cotidianos sobre la
gente de bien.
Paralelamente a
estos acontecimientos y, como si hubiese habido una mensajería universal (vete
tu a saber qué ondas o qué partículas diseminan las vivencias por la atmósfera)
empiezo a recibir correos electrónicos del Colegio de Médicos de mi provincia
con peticiones de médicos especialistas españoles para puestos de trabajo en
Francia, Holanda, Inglaterra, Suiza, Suecia, Francia otra vez, y ¡oh prodigio!
Alemania. Desconocemos la “causalidad de esta casualidad” (Borges dixit), pero
es sospechosamente razonable que seamos profetas en tierras extrañas. Me
revienta por dentro una carcajada más bien triste que nada tiene que ver ni con
la ironía ni con la felicidad de sabernos
deseados por los países que nos maltratan. Es una carcajada aviesa y repugnante,
como de hiena herida mirando fijamente a los brazos ejecutores de este expolio
(con nombres y apellidos e incluso apodos) , sabiendo como se, que en breve, muy breve tiempo, serán lo que son:
un muñón acomplejado que jamás formará parte de un ser completo. Lástima que
nadie venga a contarnos que pasa en los casinos postmorten, cuando todos estos
lisiados se enfrentan a la verdad de sus vidas.
Mi amiga siempre
seguirá siendo una gran internista y una gran persona.
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