martes, 7 de agosto de 2012

UN POCO DE MALA OXTIA


A VECES el cuerpo decide que te tienes que parar. Hacerlo ya no depende de la voluntad, es un imperativo categórico. Entonces vas y te estampas por una escalera, te tropiezas con la misma “puta” caja que todos los días retiras del paso franco de una puerta –dicho sea de paso,  hecha con mala leche-. El Inconsciente es así, admite ingentes cantidades de información emocional, pero cuando determina una prioridad vital no repara en gastos.

Gracias a que este pie malherido que me ha obligado a sentarme en un sillón durante, por lo menos, seis semanas, he podido desconectar del terrorismo diario que es el desmantelamiento del hospital donde trabajo, y las formas miserables de prescindir de los profesionales que llevan años trabajando y dejándose la piel por los pasillos, en las consultas y hasta en los sueños. El pasado lunes una internista volvía de vacaciones –primeros quince días-  y cuando llegó se encontró con el “cese” de su interinidad por amortización de la plaza. Pero como no había suficiente personal para atender a los cien pacientes de esa especialidad ingresados en ese momento, precisamente por todos los contratos rescindidos, le hicieron un contrato para el mes de agosto, y de paso, se ahorran unos eurillos en los quince días de vacaciones que le faltan por disfrutar. No se puede hacer ninguna lectura que no sea la literal: Ser ruin es un estado del alma. Hay que valer para ejercer la mendacidad, el desprecio, el ninguneo y ese vampirismo que se disfraza de avaricia pero que  en realidad se nutre de energía vital y de vagos triunfos cotidianos sobre la gente de bien.

Paralelamente a estos acontecimientos y, como si hubiese habido una mensajería universal (vete tu a saber qué ondas o qué partículas diseminan las vivencias por la atmósfera) empiezo a recibir correos electrónicos del Colegio de Médicos de mi provincia con peticiones de médicos especialistas españoles para puestos de trabajo en Francia, Holanda, Inglaterra, Suiza, Suecia, Francia otra vez, y ¡oh prodigio! Alemania. Desconocemos la “causalidad de esta casualidad” (Borges dixit), pero es sospechosamente razonable que seamos profetas en tierras extrañas. Me revienta por dentro una carcajada más bien triste que nada tiene que ver ni con la ironía ni con la felicidad de sabernos  deseados por los países que nos maltratan. Es una carcajada aviesa y repugnante, como de hiena herida mirando fijamente a los brazos ejecutores de este expolio (con nombres y apellidos e incluso apodos) , sabiendo como se, que  en breve, muy breve tiempo, serán lo que son: un muñón acomplejado que jamás formará parte de un ser completo. Lástima que nadie venga a contarnos que pasa en los casinos postmorten, cuando todos estos lisiados se enfrentan a la verdad de sus vidas.

Mi amiga siempre seguirá siendo una gran internista y una gran persona.

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