sábado, 2 de junio de 2012

METRO DE MADRID : A DIARIO



Mohamed tiene los ojos no como Mohamed, sino como Hanna McCotter, su madre irlandesa, parida en el Bronx y muerta en Casablanca cuando el bebé Mohamed asomó su culo blanco y distócico, justo entonces, cuando conoció el azote de la vida y el abrazo de la muerte.

Mirada azul y pelo crespo de erizo, de puro negro  azul zaíno. Pecas ocres en su piel de casi niño aún.  Lobo de mar,  sin embargo. Y pobre, tanto que hasta los sueños le huyen. Su padre –dice- le alejó  de su vida por maldito y excéntrico. Fué mendigo antes que niño hasta que sor Leandra le encontró fisgando en la faltriquera de doble fondo del padre Antonio de Padua. Desde entonces bebió, comió y aprendió latín y castellano, recitó a don Jose María Pemán y se ganó el pan y el vino de misa en misa y de chapuza en chapuza; que el convento de sor Leandra tenía más agujeros que huerfanos, y el jornal  había que merecerlo ayudando por rigurosa  lista al cura Aquilino, el angelote músico y deportista con los pantalones de franela más viejos de todo Marruecos, y su lazo de pajarita azul turquesa regalo del marajá del algún país que no viene en los mapas y Mohamed nunca aprendió.

Ya hace tiempo que tuvo 16 años y abandonó la residencia donde aprendió a escribir con letra de pata de mosca. Y a amar. También a amar. Cira-Quimera la llama.  Alta y bella. Dulce como el ron canario y huérfana de padre y de mundo como yo: mi vida. Aquí está, músico con su flauta dulcísima, que Aquilino, el hombre de su vida, padre, cura y músico, en cualquier orden cuando lo que se necesitaba primero era atender al niño, al hijo o al artista que somos –dice-, Aquilino –dice- le legó cuando las tifoideas se lo llevaron hace ya diez años, y Mohamed se quedó más huérfano aún, huérfano triple por primera vez, porque entonces pudo ponerle música al dolor de todos los abandonos. Mohamed de ojos de cielo matinal y pelo de mihura, solo y quebrado, lavado por lágrimas de dieciseis años errantes, ante la tumba de su padre, una noche de oscuridad abisal, juró llenar de música los pasillos del mundo y amar a su Quimera como solo él sabía. Metro Bilbao, todos los días.

viernes, 1 de junio de 2012

NO TE VOY A CONTAR


No te voy a contar mi historia que ya te conoces/

Yo no tenía historia, tenía hambre/

Tu has venido a decirme que respirar

es un privilegio de todos los seres.

Yo he visto plantas más vivas que mi alma

cuando solo tenía cinco años y un hermano ciego.

Pero la muerte es muerte: no ve, no oye,

no se mueve. Yo si. Por eso tuve un deseo.

Y que fueses tu.





Dices que hay señores que comen carne

cuando mi hermano moría sin agua.

Yo les miraría como si fuese ciego,

como si quisiese adivinar sus tripas,

y les diría que han nacido podridos,

que mi madre se desangró mientras

dormía porque ellos tenían el dinero

de los hospitales , que nunca supe

que existía una pizza con carne y huevo

porque costaba treinta centavos de euro

que es lo que yo conseguía pidiendo

en un mes. Les diría que mi amiga,

-la pequeña hija de Tariku-, murió

golpeada por su padre porque escapó

de la ciudad para no morir golpeada

por su padre. Les diría que ella

tendría un lugar en el mundo de haber

nacido en un país  de héroes con poderes

Humanos. Mataría por haberla traído

de la mano a Foster Hollywood

a comer un nachos rellenos

y una Fanta naranja con alitas

que es todo lo que necesitamos

para creer en dios. Ese llorón que dice

que tener es pecado y ser pobres

un lujo.