martes, 14 de mayo de 2013

Palabras

Las palabras tienen alma.
Y el alma de las palabras
conversa con el alma de la carne
antes de hacerse cuerpo
y viento en aleación única
sobre la anatomía de tu silencio,
O cualquier otro silencio
existente o inexistente,
Vibran al único ritmo
de la única voz, de la única idea
del único delirio, de la única
brillante razón
que ampara la música de las estrellas
y la armonía de tu entendimiento

domingo, 5 de mayo de 2013

LA OTRA VOZ (Otro fragmento)

Cuando era chica, al lado de la posada vivia Federica la carnicera.
No vivia allí.
Estaba en la carcel.
La denunció -dicen- su hermana Adelaida que sabía que estaba preñada y nunca apareció la criatura.
La guardia civil levanto el suelo de la cámara . Allí estaba. Tres años en la cárcel le costó.
Aquella mujer estaba acostumbrada a matar.
Dicen que era hija del primo que se fue a Francia.
Fué el Obdulio, el marido cornudo quien la obligó a enterrarla. ¿quien iba a ser?
La Fede parecía una estatua ecuestre sin caballo. Cuando volvió de la trena tenia el pelo blanco marmol y no se movía.
Sentada, sentada
la recuerdo sentada
en el rincón de la tienda, con los ojos entornados

mirando al suelo,
con una muñeca entre los brazos envuelta en un trapo de cuadros negros y blancos igual que el mandil que llevaba puesto.

¡No había dolor ni respeto!

La gente decia: -Fede,  y la niña, ¿cómo está hoy?
-Tiene frio.
-¿Te deja dormir?
-Toda la noche llora. Rezo y se calla.
Ibamos a mirar.
Tendria mi edad. La niña tendría mi edad.
Fede una noche salió en camisón al patio, se subió al pajar y se prendió fuego.
Vimos las llamas desde la posada.
Aquella mujer no tendría más de 30 años.

Entonces Dios estaba en otro sitio. En la muerte pensabamos.