sábado, 14 de julio de 2012

QUE SE JODAN!

No hay verdad completa, salvo algunos descubrimientos científicos irreversibles. Véase:  Penicilina e infecciones bacterianas, Estreptomicina y tuberculosis, Corticoesteroides (benditos sean) y múltiples dolencias inflamatorias. Del Acido Acetil Salicílico (vulgar aspirina) incontables las  vidas que ha mejorado y prolongado. Pero del carácter uno se pone a hablar y ha de llenar libros que nadie lee y casi todos atacan. However (queda más europeo que no obstante)   un siglo de conocimiento escrito, comunicado, practicado y reconocido avala la suficiente verdad para hacer un análisis de “alguien”, pongamos una joven funcionaria interina, que ante una situación catastrófica de muchos prójimos lejanos –que sean lejanos no la exime- aplaude y grita “que se jodan”. ¿No nos suena de nada? ¿Y aquel grito de Millan Astray en la Universidad de Salamanca ante un rector llamado Miguel de Unamuno?

-          ”Al grito insensato de ‘viva la muerte’ yo digo, que cualquier mutilado que carece de la grandeza de Cervantes siente un terrible alivio viendo como se multiplican los mutilados a su alrededor”.

Respuesta esta que se estudia en los anales de Psicología como el paradigma de carácter biófilo, frente a la afección más putrefacta de esa parte del cerebro que manda en el alma, llamada ‘necrofilia’.

¿Qué pensaríamos si una joven funcionaria interina –siempre son interinos e interinas- al comunicarle que determinadas personas en lo mejor de su vida han sido diagnosticadas de, pongamos por caso, Leucemia aguda, se pusiera a aplaudir y en el acmé de su alegría gritase ¡que se jodan!? ¿Y qué diferencia hay entre una persona joven que ha de pasar un calvario durante , en el mejor de los casos , un año y medio, para llegar a ser medio sana, con un nivel de salud que nunca será el que tuvo, y una sociedad enferma de pobreza, con la incapacidad que se instala en todo la economía corporal cuando no sabes hacia donde ir cada mañana, y no esperas nada, y nadie te abre una puerta, y te agobian los futuros de tus hijos, y el frío, y el calor, y la enfermedad, y la iniquidad de haber consentido llegar a esa situación que parece depender de una culpa arraigada en los mismísimos intestinos propios, cuando todo señala que al dolor del alma solo le corresponde una razón. Y es uno mismo. Igual que una leucemia, pero sin tratamiento, con el veneno mortal afincado para siempre en el interior y la solución determinada sin vuelta por aquellos  que han conducido tu vida a semejante infierno?


Todos tenemos en mente que una persona de esta calaña es una enferma mental. Insisto en que la enfermedad mental es una perversión de los afectos, que erosiona  la intelectualidad muy levemente, por eso es posible que muchos y muchas accedan a puestos de “irresponsabilidad” pareciendo normales, mientras a determinadas preguntas den respuestas situacionales acordes, o medianamente acordes. Solo hay que ponerlos/as en una situación hirviente para que la rabia que depende con toda seguridad de la frustración y la falta de valentía ante la vida, incendie las palabras con el odio que son incapaces de gestionar y de actualizar. No es ese “un odio que ennoblece” como versaba Benedetti, sino un odio hacia si mismos, enraizado en la incapacidad de desobedecer los predicados y los emblemas de casta, un odio anodino herido de ceguera, porque la realidad que se esconde tras la hermosa mentira de su vida erosiona la totalidad de su identidad con esa fiebre sin truco que son los otros: espejos que devuelven una imagen deforme y brutal.

Ese odio hace decir a una acomodada niña de provincias cuando alguien anuncia “la enfermedad social más grave”, si, le hace decir: ¡que se jodan!

No tengo ninguna duda de que existe un JUSTICIA POÉTICA.