Después de todo, solo habían transcurrido treinta y seis años desde que la higuera vana de la casa de
Maximiliano se transformara para siempre en el símbolo de la abundancia vacía
que la acompaño hasta hoy; mucho tiempo después de que su padre la cortara y
plantase en su lugar un rosal trepador que florecía en todas las
estaciones, en un eterno canto vegetal a la sabiduría de la luz .
Lo que agoniza -se dijo mientras veia su
imagen en un escaparate de zapatos baratos e imposibles diseños- es la especie humana. Rió acordándose de que su
abuela, sin saber nada de la especie
humana, hubiera dicho lo mismo.-¡Como si yo supiera algo de la especie humana! -
Algo sabia ahora, no de la especie humana, sino de si misma. No quería volver a
caer en la vejación consentida de exhibirse ignorante para nadie, ni siquiera,
como hubo aprendido durante los años de su especialización, para evitar las
agresiones verbales de los machos, que en un intento de defender su
superioridad por machos, esta si agonizante, mantenían con la amenaza y la humillación
lo que era imposible sostener con la razón.
Desde ayer mismo tenia la certeza de que
todos los pasos que había dado en su vida estaban encaminados a descubrirse
paseando por Broadway Road hoy, con la cadencia segura de quien se sabe
andando por su propio camino a pesar de los millones de sendas que se cruzan en
cada movimiento de los pies. Quizá agonizara el milenio como sostenían los
anuncios, la prensa, la televisión. Y sin embargo anoche, cuando Ricardo le revelo parte de la
verdad de aquel año, que hasta un momento antes
no habia tenido sentido
explicito, lo que murió para siempre fue una vieja duda.
Ayer mismo supo que había atravesado los campos de La
Mancha, llegado y vivido veinticuatro
años en el Madrid soñado de su primera infancia
- en el Madrid donde tantas veces murió y nació para llegar a ser Paz de nombre, porque antes
, entre los trigales del campo de Calatrava,
tuvo nombre de ciudad pagana, un nombre áspero que siempre la confundió
, como su tierra, hasta que diecisiete
años mas tarde descubriera que su verdadero nombre era este, Paz- para llegar a esta mañana , punto de
encuentro del espacio y el tiempo -dijo, como si le hablara a él que le había
descubierto , anoche, en una charla entrecortada y tenebrosamente sincera , su
propia voz. La voz que había detrás de su propio nombre, del que no llevó
durante sus primeros diecisiete años, el que fue imponiendo a golpe de
voluntad entre quienes la conocían
incluida ella misma, y que ya tenia el contenido de todos las imágenes, de
todos los momentos, de todos los dolores, de todas las risas y las esperanzas y
las prestidigitaciones desmanteladas. Y el amor. Esto es el Amor. No dijo nada.
No se lo dijo a si misma. Ninguna voz pensada le puso palabras a esa certeza.
El amor era esa inmensa contradicción que la invadía, la reunión de todos los
momentos de una vida en un espacio tan pequeño como un corazón humano.
Entender. Entender por fin el principio de la abundancia vana derrotada por la
belleza perenne del rosal blanco. Entender que la misma mano puede plantar los
dos árboles, exuberante y baldío uno; ensimismado y romántico el otro. Y ambos
en el mismo espacio, quizá sobre las mismas raíces, y con la efímera diferencia
de tiempo que son cuarenta años de la
vida de un hombre para la vida misma.
Miguel Will, se repitió varias veces. Había ido a ver la obra en Madrid, hacia casi
dos años, al teatro Príncipe, cuando venir a vivir a Londres era un proyecto casi imposible; en
esos años en que creyó que había perdido
la fe en las personas para siempre, porque cansada
de encontrarse con las mismas mentiras y los mismos insultos a la
inteligencia y al amor cotidianos, fue ocultándose en el hastío y en la desazón
de que nada importaba en el mundo que no fuera el poder de alguien sobre
alguien. Un poder oculto detrás de las grandes palabras, detrás de todos los
nombres con que se clasifican las trampas
que, mágicamente, nos transforman
en mas poderosos, aunque en realidad mas
débiles y tristes. Y pequeños. Miguel
Will fue un exorcismo de esos que duran toda una vida. Se lo hubiera contado
ayer, porque ayer ya sabía que señales había seguido en su camino. Le hubiera
dicho: - Ricardo, fuiste un profeta. Ahora que te conozco un poco mas comprendo que toda tu vida ha sido una equivocación planificada. Fuiste
un profeta cuando querías ser un amante. Te presentaste con tu discurso recién creado de sabiduría
ancestral, de conocimiento vivo, y nos diste mas que palabras, nos diste
confianza en nuestras propias convicciones; nos viniste a recordar que seguía
valiendo mas morir de pie que vivir de
rodillas,. Y que el Gran Mundo, no
nuestro raquítico mundo de humillaciones y victorias domesticas, sino el Mundo
de las Personas Enteras, seguía creyendo en la razón y practicándola. Porque esa, en esencia, es
la única lengua común a todos los hombres que no viven en madrigueras, sino a
la intemperie de la vida. Si deje atrás los campos de Miguel de Cervantes para
venir a la tierra de William S (Miguel Will. No te lo conté) fue a entender,
solo a entender mi camino, el que tuve que recorrer para reunir mis dos
nombres. Vine a resucitar mis sueños -
lo que matamos viviendo de rodillas- y
lo hice porque un día, cualquier día de esos años sin fe en los que me
desangraba en el tiempo sintiendo que el mundo enloquecía sin ningún pudor, tu
pudiste no ser honesto y lo fuiste.
Pero esta no era toda la verdad, era solo una puerta a la
verdad, porque tu querías ser admirado,
conquistarnos, no a mi, a todos, a cualquiera de nosotros, uno por uno. Y a
Todos como una sola alma sometida
secretamente a tu sabiduría, a tu ingenio, a tu embrujo estudiado y provocadoramente inocente. Puede que yo estuviera
esperando oir un discurso como aquel
y te eligiera mucho antes de ti, incluso antes de que
pronunciaras la primera palabra. No a ti por tanto, sino a mi propia voz oi. Y así,
solo fuiste un eco, un instrumento de mi propio deseo, o tal vez algo, no se si terrible o sublime: la transmutación
de mi propia cobardía. Por eso te creí
cuando dijiste que el hombre que no vive como piensa termina pensando como
vive. Estaba creyendo. Esa era la única verdad
y también el final y el principio de algo que solo ahora empieza a tener argumento.